Thursday, June 27, 2013

Leco, un pueblo al rescate de su cultura en el río Coroico

Por sus sendas se puede caminar entre mariposas de colores, mientras se percibe un sonido que aleja al visitante del caos citadino. Los lecos, en la comunidad de San Juan de Kelequelera, en Zongo, se han puesto de acuerdo para rescatar la herencia cultural de sus antepasados.

A poco más de 40 kilómetros de Caranavi, sobre la carretera a Guanay y cruzando un angosto puente colgante, viven los miembros de este pueblo que han decidido forjar su futuro como atractivo turístico del departamento de La Paz.

Este plan de fortalecimiento del turismo se realiza en coordinación con la Oficialía de Desarrollo Humano del gobierno municipal de La Paz, al que pertenecen actualmente, que les otorga apoyo en la infraestructura para su unidad educativa, desayuno escolar, computadoras, kit de limpieza dental, equipo deportivo y atención en los equipos móviles de salud, entre otros aspectos.

Un lugar fuera del mundo

La comunidad, de 420 habitantes, está rodeada por el río Coroico y desde un calvario con tres cruces -al que llegan para pedir favores a Dios y prender velas- su superficie parece una pequeña isla.

Al llegar a la comunidad todo cambia. La vida no está regida por horarios, redes sociales o internet. Tampoco hay señal de telefonía móvil de ninguna operadora.

Sus tierras tienen una extensión de 340 hectáreas y en ellas cultivan arroz, plátano, cacao y yuca, pero la amabilidad es su principal patrimonio.

Desde hace seis meses se dedican además a la extracción de pequeñas cantidades de oro en el lecho del río Coroico, gracias a la cooperativa Lecos de San Juan, que tiene 43 socios y trabaja con un socio externo.

Al rescate de las raíces

La calidez de su gente y su espíritu sociable se siente al poner el primer pie en Kelequelera, cuyo nombre significa “lugar de los loros” en lengua leco.

Según datos del Atlas Étnico de Investigaciones Antropológicas (2001), fue el corregidor Juan Álvarez Maldonado quien conoció a los leco en el año 1588. Su existencia como grupo étnico se detalla en la publicación como casi extinta, debido al intenso intercambio cultural que han experimentado, principalmente por la significativa y creciente presencia de la población andina en la región.

Uno de sus personajes más emblemáticos es el médico naturista y partero Teodoro Chono, de 60 años. Mientras el día llega a su fin y sostiene a un jochi bebé que compró en Caranavi, explica que muchos de sus habitantes son familiares entre sí. Por ello, para los lecos es normal casarse o hacer pareja con personas de otras regiones. Pero, ¿no temen que por ello se pierda su esencia? “No. Ésas son cosas del amor, del mundo. Nuestra esencia continúa”, dice Chono, famoso por sus lecturas en hojas de coca y limpias.

Los lecos creen en Dios y los santos, pero también en la época de siembra, en la naturaleza y sus divinidades. Ellos mantienen esa casi extinta costumbre de sacar las sillas a la puerta de sus casas -hechas de adobe, ladrillos y troncos de palma- para conversar sobre la vida, la crianza de gallinas, cerdos, el clima, los problemas, los hijos que se fueron y los nietos que vendrán.

Por tratarse de una comunidad alejada, sus oportunidades de desarrollo, según explican, están limitadas al no disponer de un puente para que los automóviles pasen por el pueblo. De hecho, tampoco tienen disponibilidad permanente de combustible. Lo que producen deben ir a venderlo en Caranavi o Guanay y el dinero no siempre alcanza. Entre sus principales necesidades está un centro de salud.

El epicentro del pueblo es una cancha rodeada por su unidad educativa de dos pisos, de donde este año saldrán los primeros bachilleres en la historia de Kelequelera.

Cerca de allí y antes de ascender al calvario está el cementerio. Al otro extremo de la comunidad se encuentra un pequeño estanque donde pescan y siguiendo el rumbo hay otra cancha de fútbol cercana a unos árboles de cacao, plátano y otros frutos.

Los lecos son nadadores expertos ya que empiezan a familiarizarse con el agua casi al mismo tiempo en que dan sus primeros pasos. Sus habitantes más antiguos recuerdan cómo antes de una gran inundación, en 1963, en gran parte de la superficie, donde ahora hay otras plantas, había cañaverales y con ellos se producía singani, pero el agua se lo llevó todo y la caña fue destruida por un gusano.

“Hay siete familias grandes: los Chono, Medina, Salazar, Amahuachi, Rodríguez y Sinari, y otros más recientes: los Ortiz. Se sabe que nuestros antepasados vienen del lado de Apolo, pero los lecos también están ubicados en otras zonas”, afirma el hijo de Teodoro, Mirko Chono, quien resalta que todas las decisiones se toman en comunidad.

El turismo y el futuro

Mientras invitan la comida que preparan, las mujeres lecos cuentan aspectos de su gastronomía compuesta básicamente por pescado, yuca, coco, aves del río Coroico y un postre llamado gallinazo, preparado con chocolate y arroz.

En realidad comen todo lo que viene del monte, hasta mono y tuyu tuyu, un gusano del árbol de palma.

No es raro encontrar a las mujeres más antiguas de la comunidad viendo televisión y fumando cigarrillos Casino o Astoria, o pijchando coca al final del día. Son mujeres de carácter y casi siempre madres desde muy jóvenes.

“Antes era todo diferente. No consumíamos azúcar, sino caña y chancaca. No había refresco pero sí chicha. Nuestros abuelos eran trabajadores; sacaban jugo de caña en trapiche y tomábamos todo en tutuma. Ahora no tenemos tiempo y también somos más flojos”, cuenta Karen Chono.

Las mujeres más críticas de la comunidad sostienen que deben recuperar sus casas tradicionales recubiertas con plantas de palma.

También admiten que en algún momento sintieron algo de vergüenza por su lengua o sus costumbres, pero ahora los pequeños están aprendiendo a hablar leco, a recuperar sus danzas, a mostrar a las personas sus famosos descensos por el río, que en el pasado les servía para hacer trueque con sus productos con pueblos cercanos.

“Queremos rescatar todo eso para nuestros hijos y nietos, y mostrar a los turistas que tenemos un tesoro en recuperación que es nuestra cultura, de la que nos sentimos orgullosos y que los esperamos con las puertas abiertas”, concluye la mujer.

Para ir a Kelequelera
Visita Para concertar una visita a Kelequelera se puede escribir a la página de la Oficialía Mayor de Desarrollo Humano en Facebook.


Contacto Se puede contactar a la Subalcaldía de Zongo al 2285959 o escribir a desarrollo.humano@lapaz.bo.


Costo El costo de estadía diaria es de unos Bs 200 por persona, con alimentación y deportes de aventura incluidos.

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