Monday, July 22, 2013

Caravana a Guarayos

El club Willys Santa Cruz pasó por ascensión, Urubichá y yaguarú, pueblos que cautivan por su gente y bellos paisajes



Guarayos es una tierra encantadora, en especial por su gente. Sumar sus ricas manifestaciones culturales, tradiciones e historia, junto con el paisaje y el clima, es encontrar más razones no solo para volver, sino para radicar. Por eso es tan importante conocerla y preservarla, porque lo auténtico es cada vez más escaso.

Con esa sensación quedaron los participantes de la caravana Décimo Aniversario del Club Willys Santa Cruz. Una experiencia cálidamente memorable al dejar el invierno capitalino que comenzó al amanecer de un feriado con sur y chilchi.

El viaje programado con meses de anticipación no iba a suspenderse por la baja temperatura ni mucho menos. De modo que con los ánimos en alto, los socios e invitados llegaron al punto de reunión y calentaron motores a la par de los latidos del corazón, desesperados por salir de una vez.

El destino es Guarayos, la provincia más joven de Santa Cruz. Esa que apenas sobrepasa el habitante por kilómetro cuadrado, densidad que sus pobladores compensan con creces al multiplicar sus afectos, tan alegres, tan hospitalarios, con tantas carencias materiales, pero con sobreabundante don de gentes.

La intención de vadear el Río Grande por la zona de Puerto Banegas en pontón (embarcación acondicionada para transportar vehículos de una a otra orilla), fue descartada a último momento por las informaciones sobre la ausencia de pontoneros debido al feriado. Corregido el rumbo, la caravana se enfiló hacia la ruta a Trinidad, en plena lluvia y con viento del sur como acompañantes hasta llegar a la tierra del cusi. La primera parada fue para el desayuno en Pailón, el almuerzo se sirvió en San Ramón y la cena en Ascensión de Guarayos. Suena simple, pero hay que recordar que la mayoría de esos motores tiene más de 60 años.

Contratiempos menores y una velocidad crucero poco convencional para estos tiempos de vértigo alargaron el disfrute de la travesía hasta doce horas, es decir, tres veces más que un transporte público común. Y esa es precisamente la parte interesante porque a 40 km/h es posible apreciar todo lo que no se ve a cien o más kilómetros por hora. Descanso y al día siguiente, sábado, con sol radiante, sobrevino la partida a Urubichá, donde hubo un caluroso recibimiento con banda, repique de campanas, chicha dulce y baile en la plaza.

La promoción del colegio entregó presentes y atendió a los ‘willyseros’. Los niños, que recibieron golosinas y algunos juguetes se subieron a los vehículos y pasearon felices y cantando en español y en idioma guarayo. Así, grandes y chicos, citadinos y lugareños, llegaron al río Blanco, donde los más osados se dieron un chapuzón.

El artífice del memorable recibimiento fue el oficial mayor Bernardo Rocha, en representación de la Alcaldía, y lo propio ocurrió en Yaguarú, donde se armó otra fiesta y hubo mucho más baile.
El exalcalde de Ascensión, Robert Schock, se esmeró para que el paso de la caravana por tierra guaraya sea inolvidable. “Porque se tiene que mostrar al país y al mundo que aquí hay una riqueza tangible e intangible para promocionar como ruta turística”.

Pueblos hospitalarios y bellos. Antes de que anochezca hay que retornar a Ascensión, la capital provincial. El pernocte temprano, revisión general de las unidades y preparativos para el retorno, en la madrugada del domingo. Sin inconvenientes y con mucho para contar y recordar. El almuerzo en Cotoca marca el fin de la caravana. Llueve y hace frío en Santa Cruz. Entre ida y vuelta, más de 750 kilómetros, con la novedad de que ya se piensa en la próxima travesía de integración y amistad.

Los viejos Willys vuelven a sus garajes porque la ciudad grande ya no es para ellos. Los tildan de lentos e inseguros, pero una vez más, como en travesías por otras once provincias cruceñas, demostraron que tienen cuerda para rato y en grupo, los caravaneros saben que todo es más llevadero



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