"Estábamos durmiendo y el agua que llegó de golpe a nuestra casa nos despertó, apenas pudimos tomar al bebé que dormía y un poco de ropa, no pensamos en nada más”. “Hay familias que lo han perdido casi todo, sus plantaciones, sus animales para el consumo propio, y hasta ahora viven con el agua hasta la cintura”.
“Varios soldados pasaron todo el día mojados, ni siquiera podemos usar nuestros uniformes porque no tenemos nada seco”.
Esos son algunos testimonios que se multiplican entre la gente víctima de las lluvias que trajeron consigo inundaciones en casas, restaurantes, cuarteles, granjas y sembradíos en el trópico cochabambino.
La salud y la alimentación son las preocupaciones de cada día para los pobladores. En algunos casos se envía a los niños a las casas de los familiares que tienen el agua más baja o que están más secas. En otros, queda enviarlos a los colegios más cercanos, donde por lo menos la construcción es sólida, se está mejor que en su propia casa y con menos riesgos de enfermedades, es una o dos madres de los niños que se van con ellos para cuidarlos.
Ya varios pequeños se han enfermado en Puerto Villarroel, los niños tienen resfriados fuertes, y se ven obligados de ir a buscar el hospital o centro de salud. “Los más pequeños tienen diarrea en nuestra comunidad, otros tienen heridas en los pies, males en los ojos” dicen algunos líderes yuquis que llegaron hasta Puerto Villarroel por ayuda.
El agua para el consumo ahora proviene de algunas reservas que provee la Alcaldía, de acumulaciones en ollas o baldes del agua de lluvia, o del agua del río que se intenta colar y limpiar con varias técnicas.
Los alimentos son las reservas de algunas familias, otros son proporcionados por amigos o familiares. En el restaurante El Porteño de Puerto Villarroel, los propietarios están usando sus reservas familiares para cocinar y vender algunos platos de comida. “En buenos días podíamos vender hasta 20 platos, pero desde el viernes pasado, con las lluvias, nada, hasta hoy (miércoles)”, decía Guadalupe Leigue, preocupada porque debe pagar un préstamo al banco que pidió para invertir en su negocio.
“Yo por ejemplo he perdido 15 gallinas que eran para mi propio consumo, otras familias tenían cantidades parecidas o mayores.
En mis cultivos perdí casi todo entre plantaciones de plátano, yuca, maíz. Solamente me quedan algunas plantas forestales”, indicaba Arsenio Malele, dirigente de la OTB Tartarugas de Puerto Villarroel.
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